domingo, 15 de febrero de 2009

El olor del incienso de Marta

Pienso ahora en una casa y en el cuarto de una muchacha, ay, con una cama vacía. Sobre la que quizá hay un osito de peluche o una muñeca, de cuando era niña. Pienso ahora en ese cuarto de ese piso de la calle Argantonio donde sus padres esperan a Marta del Castillo. Sobre la mesa de estudio falta el ordenador. Como falta la sonrisa de Marta. Se han llevado el ordenador para analizar su ausencia. La memoria de una ilusión, los apuntes de clase, el trabajo con los datos sacados de Wikipedia, los mensajes de Tuenti, las amigas del Messenger...

Quería recuperar otra parte del artículo que ya puse aquí días después de la perdida de Marta del Castillo, ya todos sabemos lo sucedido, dos personas que ni merecen ese calificativo la llevaron a su fin. Ya solo queda la esperanza de que Marta con su Cristo de la Expiración (el Cachorro), perfumando Andalucía entera con la fragancia del incienso y su inocente sonrisa.



Porque el Guadalquivir no lleva agua de lluvia,
que el Guadalquivir lleva las lagrimas de los andaluces

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