lunes, 31 de agosto de 2009

El Cristo de la Salud de Écija

En los desfiles procesionales de la Semana Santa Andaluza, hay un intérprete fundamental de los mismo, comúnmente desconocido, que es el costalero.

Ser el costalero no es ejercer una profesión, sino mas bien una vocación. En Ecija este menester lo realizan, generalmente, hombres fuertes, recios y musculosos, curtidos en trabajos duros, principalmente en la carga y descarga de pesadas mercancías. Hombres rudos pero de cuerpo y mente sana, de gran corazón y nobleza de espíritu, a los que el magnifico poeta Padre Cue cantara en sus versos a la Semana Santa Sevillana.

Son como modernos Cirineos que ayudan a Cristo a llevar su carga. Hombres que saben darle a cada "paso" su movimiento, su vaivén, sus mecidas: Si el "paso" es de crucificado, el costalero lo llevará con gravedad, sin brusquedades, sin subidas, ni bajadas ásperas, para que Cristo no padezca más en su Cruz; si el "paso" es de Nazareno, su andar será menudo, sin alteraciones, con movilidad acompasada, para que el peso de su Cruz se le haga leve. Y se el "paso" es de Virgen, entonces el costalero pone gracia en su llevar, hace un alarde de movilidad artística, hay dulzura en sus bajadas y alegría en sus "levantás"; el costalero pone aquí un mimo especial, porque sabe que lleva a la Madre y Reina de cielos y Tierras. Y visto desde este punto de vista, no cabe duda que es un honor ser costalero.

—Aquella tarde de Miércoles Santo todo estaba preparado para que el Cristo de la Salud (vulgo San Gil), saliera de procesión por las calles ecijanas.


Pepe, uno cualquiera de aquellos costaleros, ocupaba su puesto bajo las trabajaderas del paso. De la garganta del capataz se escaparía pronto esa clásica y tradicional frase:"A ésta es, mi valientes" con lo que se haría la primera "levantá" del paso, ya preparado a la puerta de la iglesia de San Gil.

La preocupación de Pepe en aquel momento no se debía, como otros años, a la emoción de la salida. No; este año se había dejado enfermo a su hijo el mas pequeño, de unos meses de edad, allí en su casa, muy cerca de San Gil. Pero él estaba seguro que a su regreso le encontraría ya bueno, porque el Cristo de la Salud habría realizado el milagro, para eso él estaba allí debajo, pidiéndoselo de todo corazón.

Pepe esperaba de un momento a otro escuchar el martillazo del capataz, pero lo que escuchó fue la voz de su mujer, como un alarido desesperante:

—Pepe, ¡el niño se nos muere!

Levantando los faldones, sale a todo correr hacia su casa. A los pocos minutos y con el niño en sus brazos, vuelve Pepe a ocupar su puesto bajo la trabajadera del "paso".

La cuadrilla de costaleros del paso del Cristo de la Salud, hizo su recorrido en el más profundo silencio; tal vez es que todos fueran rezando. Pepe bajo la dura madera sobres espaldas, rezaba y lloraba; el niños en sus brazos, apretado contra su pecho. ¡Aun había esperanzas! El Cristo estaba encima y era el de la Salud. Y lo fue... Cinco horas de recorrido entre un calvario de vida y muerte, pero venció la vida porque Cristo así lo quiso, para premiar la fe de aquel costalero.

PD: Fijaos en el altar de la foto, es calcadito al de Consolación de Alcalá.

4 comentarios:

E.M.López dijo...

Jops! Se me han puesto los pelos como escarpias... esta tampoco la había oido nunca!

Bueno "moderno Cirineo" que te queda menos de una semanaaaaa......

SALUDos y bss.

Francisco J dijo...

Si pusiese leyendas conocidas no las leeriais XD

SALUDos

jmmarchal dijo...

joder que historiaza... Me estás enganchando hasta a mi.... xD
Todo está en tener fé, en creer...

Anónimo dijo...

viva el santifico cristo de la salud y viva sus costaleros.