domingo, 1 de noviembre de 2009

El día que bailaron la Canina

Siete son las cofradías sevillanas que sacan tres pasos a la calle, a saber: La Cena, El Amor, San Benito, Las Siete Palabras, El Valle, La Trinidad y el Santo Entierro. Uno de los pasos de ésta ultima hermandad, constituye, junto al del Sagrado Decreto de la hermandad trinitaria, el único pare de pasos llamados "alegóricos" que desfilan por las calles sevillanas.

Este paso, conocido popularmente como "La Canina" representa el triunfo de la Santa Cruz sobre la muerte y el pecado. Asi lo expresa la leyenda sobre uno de los dos paños (blanco y negro) que cuelgan de la ruz erguida en la canastilla: "Mors mortem superait"; La muerte superó a la muerte. Cuyo papel corre a cargo de un esqueleto sentado sobre un globo terráqueo, a los pies de a cruz, en actitud pensativa.
Se dice que bastantes sevillanos, en evitación del mal "vagío", se quitan de en medio cuando presienten la llegada de la prenda.


El paso que antecede inmediatamente a éste, en el desfile procesional, es el de la Virgen de la Esperanza de la Trinidad.

Ni que decir tien que la Canina no lleva música. Estaría bueno. Pero la Virgen de la Esperanza, sí.

Y ocurrió un atarde, comenzando la oscurecida, cuando el paso de la Canina había rendido estación de penitencia en la Catedral, y salía por la puerta de los Palos, ocurrió, digo, que la banda que acompañaba a la Esperanza trinitaria, y se encontraba en la conluencia de la calle de los Placentines, con la de los Alemanes, se puso a tocar la popularísim, pegadiza y alegre marcha conocida por "Campanilleros" (La cual es mas antiguo de lo que muchos piensan, y fue compuesta para una cofradía muy determinada).


Por esos misterios de la resonancia, de la transmisión acústica, los sones de chinchines llegaron nítidamente a los oídos de los costaleros caninos. Y los costaleros caninos, con muchas horas de trabajadera en otros andares menos fúnebres, no pudieron evitar, no pudieron, un contoneo de caderas fajadas de negro, en el principio, y un "por aqui te quiero ver", de costero a costero, que se resolvió con un primoroso baile, o mecida, y se tradujo en un alegre tintineo de las costillas de la Canina, ante el júbilo de la bulla y la impotencia del capataz.


Eran las ocho y media, en todos lo relojes, del Sábdo Santo del año del Señor de 1989.


1 comentario:

E.M.López dijo...

Jejejeje... yo también tengo ese libro.

SALUDos y bss.